¿Rechazar las Reformas Litúrgicas de Pío XII es ilícito?

¿Cómo puedes justificar el uso de las rúbricas más antiguas y del Misal de San Pío X?

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¿Rechazar las Reformas Litúrgicas de Pío XII es ilícito?

Por el Reverendo Padre Anthony Cekada (Traditional Mass, 27 de abril de 2006)

¿Cómo puedes justificar el uso de las rúbricas más antiguas y del Misal de San Pío X?


PREGUNTA:

Estaba pensando en cómo se puede justificar el rechazo de las “reformas” de Pío XII respecto a la Semana Santa. Si se invoca el principio de "epikeia", parecería no aplicarse en este caso, debido a la validez del Pontificado de Pío XII y de su autoridad para realizar tales cambios. Tenía la impresión de que la "epikeia" sólo se aplicaría cuando una determinada ley comenzara a ir en contra del bien común y fuera necesario ignorarla. Agradecería su visión.

PREGUNTA:

Respecto a los cambios de 1955 relacionados con la Semana Santa: leyendo los argumentos de 1955 a favor de los cambios, los “innovadores” hablaron de “volver a las antiguas tradiciones” y también sobre “simplificación de las ceremonias”, etc.: los mismos argumentos hechos posteriormente a favor del Novus Ordo. Es cierto que todo esto huele a Bugnini. Annibale admitió en sus escritos que tales modificaciones fueron un escalón importante hacia la anarquía litúrgica que el creó posteriormente con Pablo VI y todos sus amigos y obispos protestantes. No tengo ninguna duda de que las reformas de 1955 deberían ser descartadas (así como el resto de las “innovaciones” de Bugnini).

Sin embargo, tengo dos cuestiones principales: ¿qué nos dice esto de que Pío XII, en esos últimos años, haya permitido y utilizado esta nueva ceremonia y, también, dado que tenemos un interregno desde 1958, qué justificaciones podemos utilizar para celebrar ceremonias anteriores a 1958 sin aparentar ser un acto de “seleccionar y elegir” cuáles queremos utilizar? ¿Fue por la creencia de que el Papa Pío XII nunca aceptaría las innovaciones si supiera lo que ocurrió posteriormente, como sabemos? ¿Será porque él nunca promulgó tales modificaciones (como algunos creen)? ¿O fue simplemente porque Bugnini estaba detrás de todo esto? Apreciaría mucho su análisis sobre este tópico que me ha perturbado hace algún tiempo.

RESPUESTA

Con el paso de los años, hemos sido cuestionados repetidamente sobre esta cuestión. La respuesta es bastante simple y se basa en los principios de sentido común que constituyen la base de toda la legislación de la Iglesia.

Las leyes que promulgaron las reformas litúrgicas de Pío XII fueron normas eclesiásticas humanas, sujetas a los principios generales de interpretación utilizados en todas las leyes de la Iglesia. Por lo tanto, dejan de ser obligatorias por dos motivos:

Falta de Estabilidad o Perpetuidad

La estabilidad es una cualidad esencial de una ley verdadera. Las reformas de 1955 fueron meras regulaciones transitorias; esto es autoevidente por la legislación subsecuente y por los comentarios contemporáneos realizados por los responsables por crearlas.

En su libro de 1955 sobre los cambios, La simplificación de las rúbricas, el propio Bugnini deja esto muy claro en los siguientes pasajes:

El presente decreto tiene carácter contingente. Es esencialmente un puente entre lo viejo y lo nuevo y, si se prefiere, una flecha que indica la dirección tomada por la restauración actual…

La simplificación no cubre todas las áreas que merecen ser reformadas, sino, por ahora, sólo aquellos aspectos que son más fáciles y más obvios, y con un efecto nítido e inmediato... En simplificación, siendo un 'puente' entre el estado presente y la reforma general, la transigencia es inevitable…

Esta reforma es sólo el primer paso hacia medidas de alcance más amplio, y no es posible juzgar con precisión una parte, a no ser cuando ella es colocada en el todo.

En un comentario de 1956 sobre el nuevo rito de la Semana Santa (Bibliotheca Ephemerides Lit. 25, p.1), Bugnini dice:

El decreto Maxima redemptionis nostrae mysteria, promulgado por la Sagrada Congregación de Ritos el 16 de noviembre de 1955 [introduciendo la nueva Semana Santa] es el tercer paso hacia una reforma litúrgica general.

Por lo tanto, tales normas (como ahora nos percatamos) carecían de una de las cualidades esenciales de la ley –estabilidad o perpetuidad– y ya no son más obligatorias.

Cese de la Ley

Una ley eclesiástica humana que era obligatoria cuando fue promulgada puede volverse dañina (nociva) por el cambio de circunstancias después del paso del tiempo. Cuando esto ocurre, dichas leyes dejan de ser obligatorias.

Los tradicionalistas aplican este principio (al menos implícitamente) a un gran número de leyes eclesiásticas, y ellas se aplican igualmente a las reformas de 1955.

Los grandes paralelos en principios y prácticas entre el Misal de Pablo VI y las reformas de 1955 hacen ahora que el uso de estas últimas sea algo perjudicial, porque este uso promueve (al menos implícitamente) el peligroso error de que la “reforma” de Pablo VI constituyó simplemente un paso a más en el desarrollo orgánico de la liturgia católica.

De hecho, esta es la propria mentira que Pablo VI proclamó en los dos primeros párrafos del Missale Romanum, su Constitución Apostólica de 1969 que promulga el Novus Ordo. No tiene sentido apoyar este engaño insistiendo en que la legislación de 1955 sigue siendo obligatoria, especialmente cuando sabemos que todo esto fue parte de una conspiración de larga data por parte de la camarilla modernista de Annibale Bugnini para destruir la Misa. A continuación, en su libro de 1955, La simplificación de las rúbricas, Bugnini está anunciando los objetivos a largo plazo de estos cambios:

Estamos preocupados en 'restaurar' [la liturgia]... [haciéndola] una nueva ciudad, en la cual el hombre de nuestro tiempo pueda vivir y sentirse a gusto.

Sin duda, todavía es muy temprano para comprender toda la dimensión de este documento, que marca un importante punto de cambio en la historia de los ritos de la Liturgia Romana…

Aquellos que están ansiosos por una renovación litúrgica más fuerte y realista están nuevamente – debo decir – prácticamente invitados, tácitamente, a mantener sus ojos abiertos y a hacer una investigación cuidadosa de los principios aquí presentados, para ver sus posibles aplicaciones…

Más que en cualquier otro campo, una reforma en la liturgia debe ser el resultado de una colaboración inteligente, iluminada por todas las fuerzas activas.

Y aquí está Bugnini describiendo cómo su comisión de “reforma” logró tener sus cambios litúrgicos aprobados por Pío XII:

La comisión gozaba de la completa confianza del Papa, a quien mantenía al corriente de su trabajo Monseñor Montini [Pablo VI, el modernista que promulgaría el Novus Ordo] y, más aún, semanalmente por el Padre Bea [medio judío, modernista y jefe ecumenista en el Vaticano II], confesor de Pío XII. Gracias a ellos, fue posible que la comisión lograra resultados importantes, incluso en períodos en los que la enfermedad del Papa impedía que los demás se acercaran a él. (La Reforma Litúrgica, p. 9)

Por lo tanto, las creaciones litúrgicas del masón fueron presentadas al Papa enfermo para su aprobación por los dos conspiradores modernistas que serían grandes participantes en la destrucción de la Iglesia durante el Vaticano II. Bugnini en sus Memoirs, intitula el capítulo referente a su implicación con los cambios anteriores al Vaticano II “La clave de la reforma litúrgica”. Esto preparó el terreno para lo que se seguiría.

Los tradicionalistas juzgan correctamente como inaplicables varias otras leyes eclesiásticas. A fortiori, ellos deberían ignorar leyes litúrgicas que fueron el trabajo sucio del hombre que destruyó la Misa.

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